Fuente: Mongabay, Lima
Perú - Sobrepesca y falta de regulación afectan las capturas de uno de los peces más codiciados y amenazados en Perú
Rosendo Mimbela, cazador submarino que vive en Los Órganos, en una foto de hace
martes 22 de octubre de 2024
Perú - Sobrepesca y falta de regulación afectan las capturas de uno de los peces más codiciados y amenazados en Perú
Por Ramiro Escobar
21 Oct 2024
Mongabay, Lima
https://es.mongabay.com/2024/10/sobrepesca-falta-de-regulacion-mero-amenazado-pesca/
Un estudio reciente da indicios acerca de la sobreexplotación de dos especies de mero, peces cuya carne es muy apreciada en el Perú.
La pesca indiscriminada y la ausencia de una regulación afectan a este recurso vital para la culinaria peruana.
Las autoridades no han establecido cuotas de pesca ni vedas para que estos peces puedan recuperarse. Además, desde hace años que no registran cuántos ejemplares se capturan.
Cinco datos clave
“De tarde lo encontré, manso, a unos cinco metros de profundidad”, cuenta Rosendo Mimbela (59), un veterano buceador que vive en la caleta de Los Órganos, ubicada en la provincia de Talara, en el departamento de Piura, al norte del país. “Rompió la varilla y se metió debajo de una piedra. Regresé al bote, traje otro arpón y le metí otro tiro, que sí fue mortal. Un amigo y yo lo subimos al bote con un gancho para pulpos y lo pusimos en una balsa”.
Fue difícil llevar este ejemplar de ‘mero ojo chiquito’ (Epinephelus quinquefasciatus) a la costa, porque pesaba 140 kilos. Mimbela recuerda que incluso captó la atención de personas que estaban en la playa donde desembarcaron, porque no era tan habitual ver peces de ese tamaño. Esto ocurrió hace unos 20 años, aunque hay registros de capturas aún más espectaculares. En 1969, por ejemplo, su hermano Ángel llegó a arponear uno de 328 kilos.
No es tan extraño que esta especie de mero llegue a tamaños tan descomunales. Según el Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales, puede pesar hasta más de 300 kilos y medir dos metros y medio. Tiene el cuerpo robusto, es de un color gris verdoso y vive desde el Golfo de California hasta la zona de Tumbes, en Perú, donde lo arponeó Mimbela (más precisamente, frente a la caleta de Cancas), y donde cada vez es más escaso.
Una investigación de especialistas de la Sociedad Peruana de Derecho Ambiental (SPDA) y The Nature Conservancy (TNC), liderada por el máster en ciencias ambientales Fabio Castagnino, ha revelado que hay siete especies de peces de zonas costeras que afrontan procesos de sobrepesca y que podrían aproximarse a un colapso secuencial (desaparición progresiva). Entre ellas se encuentra este mero gigante, cuyas capturas en el Perú han bajado notablemente.
A pesar de esta situación, las autoridades peruanas no realizan un seguimiento regular de esta especie, ni tampoco del mero murique (Mycteroperca xenarcha), que también parece estar en riesgo de acuerdo con esta investigación. No hay un registro detallado de capturas, ni cuotas, ni vedas, aún cuando son dos peces muy importantes para el arte culinario de este país.
Los meros cada vez son más escasos
Mientras hacia 1970 era posible que por cada tres faenas de pesca se capturara un ejemplar del mero ojo chiquito, en 2010 “desapareció por completo de la captura habitual en el Perú”, dice el estudio publicado en la revista científica de la American Fisheries Society, del cual Castagnino es coautor. Esa fue la conclusión a la que llegaron los científicos tras entrevistar a 40 pescadores submarinos (buceadores) de distintas edades. El Epinephelus quinquefasciatus, además, contaba con cinco zonas de pesca en 1980 y en 2010, con ninguna.
Lo anterior no quiere decir que no se encuentre en absoluto. Sí se captura de cuando en cuando, especialmente en las costas del departamento de Tumbes. Pero como señalan buceadores, pescadores de cordel, vendedores de pescado o dueños de restaurantes, los ejemplares del hoy no tienen las dimensiones asombrosas de antes. El propio Mimbela sostiene haber arponeado uno de 60 kilos hace ocho años, también frente a Cancas. Pero cada vez son más escasos.
“Se han reducido los tamaños, lo mismo que la cantidad”, afirma el experimentado biólogo pesquero Jaime Mendo, quien vive en Los Órganos, al igual que Mimbela. Para él, es posible que algunos de los que se venden en el mercado vengan de Ecuador, porque, en rigor, la zona de vida de este mero gigante solo agarra una pequeña parte del extremo norte de la costa peruana. Como no hay registro de capturas en nuestro país, es imposible saber si tales ejemplares son del mar peruano o ecuatoriano.
Un kilo de mero ojo chiquito puede llegar a costar en el mercado unos 50 soles (un poco más de 13 dólares). Debido a su alto valor comercial, explica Mendo, “se captura mucho más”. El problema, agrega, es que se trata de una especie de lenta recuperación, que puede vivir 50 años o más, y que para llegar hasta la etapa reproductiva se demora al menos dos años. La sobrepesca estaría haciendo más difícil la capacidad que tiene para recuperarse. Y además, al ser menos individuos, estos tardan más en reproducirse, asegura el experto.
Según Castagnino, las especies peruanas de mero en territorio peruano son seis, agrupadas en la familia Epinephelidae. Las dos especies más impactadas en el mar peruano son el mero ‘ojo chiquito’ y el ‘mero murique’ (Mycteroperca xenarca), cuya presencia es más extendida en el Perú: se le encuentra desde Tumbes hasta los departamentos de Lambayeque o La Libertad. A veces, más hacia el sur, dependiendo de la temperatura del agua (cuando se presenta el Fenómeno El Niño, por ejemplo). Es de menor tamaño y vive a mayor profundidad (hasta 70 metros).
A diferencia del ‘ojo chiquito’ no es manso, sino más bien escurridizo y difícil de arponear. Aun así, también sufre el impacto de la sobreexplotación. De acuerdo con el estudio de Castagnino, basado en el testimonio de los pescadores submarinos, en 1970 se estimaba que el mero murique constituía el 36% de las capturas diarias en su zona de distribución (desde la frontera norte hasta la isla Lobos de Tierra). Entre el 2010 y 2019, el porcentaje bajó a poco más de 10 %. Otro dato más preciso: en este mismo lapso, el promedio de capturas diarias era de un solo ejemplar, mientras que en la década de 1980 era de cuatro ejemplares. Sus zonas de pesca en 1980 eran 12. Para el 2010 bajaron a siete.
En su ya larga vida de buceador, Mimbela dice haber cazado varios ejemplares de esta especie, que puede llegar a pesar hasta un poco más de 50 kilos. Pero tanto él como Filomeno Quiroga, un pescador de cordel que a sus 88 años sigue faenando, sostienen que el murique es golpeado por la sobrepesca. Especialmente, coinciden ambos, por los buceadores que usan compresores para sumergirse.
“Bajan a las ‘muriqueras’ (rocas submarinas donde vive esta especie) y sacan 200 a 300 kilos”, dice Quiroga con indignación. Para él, quien cuenta que en 1973 pescó con un jurel vivo como carnada un murique de 42 kilos, esta es una de las causas de la depredación de esta especie. Matías Caillaux, ingeniero pesquero que participó en la investigación de Castagnino, recuerda que el problema es que el buceo con compresor no es una actividad que esté fuera de la ley.
Es una modalidad usada en lugares como las islas de Ancón, un balneario ubicado a 41 kilómetros de Lima, donde los marisqueros la utilizan para extraer caracoles, cangrejos y pulpos. En el norte del país, territorio privilegiado para los meros de varias especies (también del mero rojo, Hyporthodus acanthistius) se bucea heroicamente a pulmón. De allí que la sensación generalizada, entre buceadores y cordeleros, es que se trata de una competencia desleal.
Otro ingrediente que agita el mar de discusiones sobre el mero es la presencia de pescadores que los capturan sin respetar el tamaño o peso reglamentario. En el caso del murique, la ley peruana establece que no se puede capturar ejemplares de menos de tres kilogramos. Sin embargo, es habitual que se pesquen ejemplares de menor tamaño: de un kilogramo, o menos, con lo que se dificulta su reproducción. “La vez pasada vi cómo sacaron uno de 400 gramos”, dice Mimbela.
Una pesca sin control
Dado que el murique es el mero gastronómicamente más valorado en Perú, que se sirve en suculentos platos de ceviche o sudado en restaurantes de todo tipo, es el que parece estar sufriendo más presión, dice Castagnino.
Sin embargo, no existen datos oficiales sobre cuántos ejemplares se capturan, ni por día ni por semana, aunque los testimonios de pescadores y especialistas pesqueros sugieren que el declive de su población es notable. Otro estudio de Castagnino, también basado en el ‘conocimiento ecológico local’, revela que la vulnerabilidad de esta especie es “extremadamente alta” y que su gestión es “de prioridad máxima”.
Mongabay Latam insistió por semanas al Instituto del Mar Peruano (IMARPE) para que brinde información sobre estudios de la especie, pero esta nunca llegó. “No hay un especialista sobre el tema”, respondieron. También pidió al Ministerio de la Producción (PRODUCE) datos sobre registros de captura, pero tampoco hubo respuesta.
En los grandes terminales pesqueros de Lima, a donde llegan los meros que fueron capturados en diferentes zonas del Perú, tampoco hay registros de ingreso. La razón, según el ingeniero Leo Saldaña del terminal de Ventanilla (norte de la capital), es que las autoridades sólo registran las especies que se capturan en grandes cantidades como la caballa, el jurel o el bonito, que llegan casi todos los días. “El mero, en cambio, explica Saldaña, llega una o dos veces por semana, o no llega”.
Aunque es posible que eso ocurra porque los ejemplares son comprados por los hoteles y restaurantes de la región norteña, es preocupante que lleguen menos a Lima. Un vendedor de pescado del mercado ‘El Edén’ del distrito capitalino de Surco, dice que antes encontraba todos los días meros muriques en el terminal.
El biólogo pesquero, Yuri Hooker, coincide con Saldaña: “El problema es que a las autoridades no les interesa, hasta el momento, proteger especies que no se pesquen por decenas o cientos de toneladas, a pesar de su importancia para la economía local”. El caso del mero, dice, es “un buen ejemplo de ello”.
El murique también suele venderse a 50 soles el kilo (13 dólares y un poco más). Que sea el más requerido, y que no haya un registro de capturas detallado y poco control sobre el mar, provoca episodios como el que Mimbela dice haber presenciado hace pocos días. “Acá frente a Los Órganos hay una muriquera, a 30 o 40 metros de profundidad. Vinieron seis botes y a diario estaban sacando 300 a 350 kilos de mero, con cordel”.
Según él, venían de Puerto Pizarro, una caleta ubicada varios kilómetros al norte de Tumbes, algo que perturba a los pescadores locales que se sienten invadidos por estas incursiones que realizan capturas no controladas. “Al no haber una regulación específica, los meros se capturan intensamente”, observa Mendo. Hace poco, cuenta que detectó un murique de unos cinco kilos cerca del muelle de Los Órganos. “Al día siguiente, ya alguien lo había pescado”.
¿Regular o criar?
Otro problema con esta especie de mero son los barcos arrastreros. Estas embarcaciones, si bien pueden operar más allá de las cinco primeras millas marítimas, suelen incursionar cerca de la costa, algo que es continuamente denunciado por pescadores, científicos y especialistas pesqueros. Aunque no capturan muriques, Castagnino precisa que pueden producir un “deterioro de su hábitat”. Además, podrían afectar la dieta de los meros de diversas especies, incluyendo langostinos y peces más pequeños.
No se puede decir que el Estado peruano no haga nada por los meros. Un boletín de IMARPE, correspondiente a enero-junio del 2019, presenta un estudio donde se explora la posibilidad de propiciar en Tumbes el “crecimiento en cautiverio de juveniles del mero Mycteroperca xenarca, es decir, del mero murique.
En una parte, se reconoce que el mero murique es objeto de “una fuerte extracción”, lo que se “evidencia en la disminución de su captura”. Esto sugiere que se ha constatado el declive de la población de esta especie, por lo que se está examinando como alternativa la acuicultura. Se trabajó con 105 ejemplares, a los que se les suministraron dietas de alimentos frescos (langostino, calamar, trozos de pescado) y dietas preparadas con proteína, grasa y fibra.
Los mejores resultados, dice el estudio, se obtuvieron mezclando las dos dietas, lo que desliza la posibilidad de que en algún momento el Estado promueva la crianza en cautiverio de este mero. Lo paradójico, sin embargo, es que simultáneamente no se avizoran formas de regulación de las capturas, una medida que podría aminorar el impacto sobre las poblaciones de esta especie y de los demás meros.
En Colombia, por ejemplo, la pesca de una especie de mero está prohibida desde el 2014. Se trata del ‘mero guasa’ (Epinephelus itajara), que también es de grandes dimensiones, y que está considerado en Peligro Crítico por el Estado colombiano. En Ecuador, por el contrario, de donde vendrían algunos de los meros consumidos en el Perú, no sólo no existe tal regulación, sino que, además, hay una alta incidencia de pesca ilegal, como dio cuenta Mongabay Latam en un reportaje de octubre del 2022. Sin regulaciones del mero ojo chiquito en ninguno de los dos países sudamericanos en los que se distribuye esta especie, la posibilidad de una medida binacional es aún más improbable.
Todo indica que el ojo chiquito y el murique, necesitan protección, como sostienen Castagnino y Mendo. Aunque no están en una situación terminal, la sobrepesca y la falta de regulación están mermando sus poblaciones. Según los especialistas consultados, no hay indicios de que el cambio climático los esté afectando directamente, aunque reconocen que las variaciones de la temperatura hacen más difícil el desarrollo de un estudio detallado, porque no se sabe por dónde se moverán los meros.
Quienes sí permanecerán en su sitio, contra toda tormenta, son Rosendo Mimbela, Filomeno Quiroga y otros pescadores de cordel y de arpón que viven de este recurso. También los restaurantes que hacen gala de los deliciosos platillos que se pueden preparar con murique o con ojo chiquito, y que desde hace tiempo perciben que es más difícil conseguir ejemplares para el menú.