Fuente: La Voz de Galicia, Vigo

España - La demonización de la pesca

miércoles 17 de julio de 2024

España - La demonización de la pesca

Por Fernando Otero Lourido , Abogado, Gestión Jurídica t Asociativa del sector alimentario

EFE

16 jul 2024
La Voz de Galicia, Vigo
https://www.lavozdegalicia.es/noticia/somosmar/pesca-marisqueo/2024/07/16/demonizacion-pesca/0003_202407G16P15992.htm

Acabo de leer el ensayo La proteína azul: por qué no hay que dejar de comer pescado, de Ernesto Penas, científico marino y uno de los mayores expertos mundiales en gobernanza pesquera. Partiendo de que tenemos un problema planetario (somos demasiados, y hay que alimentar a una población en expansión insostenible), demuestra con números por qué sustituir el pescado extractivo y el de acuicultura por vegetales o proteína terrestre agravaría exponencialmente los impactos ecosistémicos; y resitúa al pescado en el lugar que le corresponde como «la mejor» y la más sostenible entre todas las fuentes de proteína conocidas.

A priori era una lectura técnica, pero algunas de sus reflexiones son extrapolables más allá: creo que la demonización de la pesca es un ejemplo perfecto de la debilidad latente en las dinámicas de formación de opinión que constituye uno de nuestros males contemporáneos. El mecanismo está muy depurado: la verdad es a la vez objetivo y víctima del arma táctica de la desinformación; los votantes más permeables al impacto mediático son la munición; y el resultado es la conformación de políticas muy intervencionistas sobre premisas falaces. La bala de oro fue en nuestro caso Seaspiracy, un documental tan inconsistente en términos globales como eficaz para pescar con las artes del sesgo y la media verdad.

Porque la mala prensa que se cierne sobre la pesca no habría calado tanto si no hubieran coincidido la vulnerabilidad de esa parte de la sociedad, inerme ante discursos más proclives a la soflama que al análisis, con algunas de las directrices en boga en la Comisión Europea, víctima bienintencionada de la misma tendenciosidad pero con la llave de la legislación en la mano.

Todo ello propicia la sobrecarga regulatoria que nos ha llevado a importar el 70 % del pescado que consumimos y a desterrar el sueño de la soberanía alimentaria. Es decir, dependemos de fuera para lo más sano y saludable que podemos llevarnos a la boca, en igual medida en que dependimos en el 2020 de unas simples mascarillas que aquí no éramos capaces de producir. Comida y salud. Pocas bromas.

De hecho, de las cinco únicas políticas exclusivas que el artículo 3 de su Tratado de Funcionamiento reserva a la Unión Europea (aduanas, competencia, política monetaria de la zona euro, política comercial y «conservación de los recursos biológicos marinos»), las cuatro primeras se afanan proactivamente en la gobernanza común, mientras que la quinta, en la que se integra la pesca, lleva dos décadas inspirada por quienes tienen como objetivo confeso erradicarla.

Por supuesto que la pesca tiene luces y sombras. Tantas como cualquier otra actividad, aunque menos que algunas de las alternativas propuestas como solución universal al problema medioambiental. Y claro que hay organizaciones ambientalistas admirables: he compartido foros con varias, y solo tengo buenas palabras. Esa es la vía. Trabajar desde la ponderación, primando análisis serios de conjunto frente a apriorismos radicales aupados por voces ayunas de conocimiento solvente. Porque premiar esos discursos es dar la llave de nuestra opinión y nuestras leyes a los intereses de quienes han visto el caladero y echan la red... social. Y esa pesca sí es insostenible.