Si tuviera el poder ¿lo haría bien o lo haría mal?

Autor: Francisco J. Miranda Avalos. Presidente de la J. Directiva de la ONG OANNES

sábado 30 de diciembre de 2017

Nunca me afilie a ningún partido político, no tengo partido, pero si muchas coincidencias con algunos, más de un antagonismo con otros y a lo largo de mi experiencia como “opinologó” he recibido cientos de calificativos de todo tipo y clase, solo por manifestarme de una forma que considero equilibrada y honesta. Hay veces que coincido con alguien y hay veces que no.


Cuando estaba en el colegio algunos amigos me invitaban a pertenecer a la izquierda, luego en la universidad fui tentado por apristas y acciopopulistas, ya en la vida profesional me convocaban fredemistas y también de otras tendencias políticas. Finalmente me decidí por ser un libre pensador, libre de doctrinas políticas de otros y de la disciplina que se le impone a los seguidores de tal o cual tendencia ideológica. Digamos que la política no me tienta; pero ¿es mi caso similar al de muchos peruanos? Tal vez.


Para seguir un partido político, lo mínimo que debería hacer es leer su doctrina, su visión del país y los objetivos que busca. ¿Cuántos peruanos se han tomado el trabajo de leer uno por uno los propósitos ideológicos de cada partido político del país? Creo que una minoría.


La gran mayoría de idearios políticos nacionales que he leído siempre tienen un contexto histórico, responden a las necesidades y emociones del momento político, y en gran parte de los casos, acomodan las ideas a la conveniencia de su fundador. O como también sucede en muchos casos, ni siquiera tienen un ideario, cosa que por supuesto es lo peor. Pero sea cual sea el caso, al menos en el Perú, pareciera que más que a las ideas, las personas siguen a las personas, por empatía.


A riesgo de que me ex comulguen, porque mis padres me bautizaron en la religión católica. Lo mismo me pasa con las religiones, me considero un agnóstico. Alguien que cree que Dios existe, pero que no cree que alguna religión tenga la imagen correcta de Dios. Es más, si tuviera que elegir una religión forzosamente, quizá tendería al cristianismo. Tal vez porque recibí educación cristiana. Sin embargo mis diferencias con el cristianismo común y corriente son profundas, incluso me atrevería a decir tengo una singular tendencia: “Jesusista”. Y más aún, diría además que Jesús fue el más grande ideólogo político de todos los tiempos. Pero claro, habrá teólogos que querran crucificarme y otros que tal vez me preguntarían ¿Cuál Jesús? ¿El de los evangelios canónicos o el de los textos apócrifos?


El personaje histórico de Jesús, es por cierto muy polémico. Algunos incluso dicen que jamás existió y te invitan a dudar de todo lo escrito al respecto. Pero para mí, no importa si existió o no, si se llamó Jesús o Jesucristo, o quien sabe cómo. Lo que me importa es el mensaje que nos dejó.


Siempre digo a todos que vivo una vida de “yapa”, por mis siete accidentes graves y un cáncer. Si algo para mi es indudable, es que nadie me quiere ni arriba, ni abajo. Por lo menos por ahora. Lo que me invita pensar que todavía no he cumplido con mi destino y ya que es así, escribo para compartir mis libre pensamiento y vivencias con otros. Y por supuesto, también por catarsis.


De todos los accidentes que he tenido, que no son pocos, uno en particular fue más profundo que otros. En aquel entonces, entrenaba para un campeonato de pesca submarina, corría tres kilómetros diarios y nadaba otros tres. Había logrado una excelente condición física y me sentía muy confiado de ella. Mientras nadaba por la piscina, vi un tubo de más o menos unas tres pulgadas al borde, modifique mi rumbo para evitarlo, pero el tubo flexible hizo adherencia con mi pierna; al bajarla en la rutina natatoria, una bomba eléctrica siguió al tubo y como era de esperar una gran descarga me toco. La bomba estaba ahí, conectada al sistema eléctrico para regar un campo de futbol aledaño, era una “grandiosa idea” para reciclar y hacer un pequeño porcentaje de recambio del agua de la piscina.


Felizmente puedo contar el efecto que tuvo: de pronto vi mi esqueleto como en las escenas de dibujos animados más comunes, vi mi cuerpo flotando en la piscina, gente alrededor gritando y a alguien por ahí lanzándose a rescatarme, antes de ver una luz y perder la consciencia. Seguramente algunos médicos aventuraran la hipótesis de que el efecto de la luz, relatado no solo por mí, sino por muchas personas con experiencias cercanas a la muerte, es algo natural, más que místico. Y tal vez tengan razón. Pero sea como sea, místico o no, ese accidente y muchos otros más que tuve, cambiaron mi forma de apreciar la vida y la muerte.


Comprendí de muy joven, que el final de nuestros días puede ser en cualquier momento. Pero también aprendí que nada me llevare a donde quiera que vaya. No vi puertas, no vi porteros, ni nubes, ni canticos, ni nada parecido, en ninguno de mis acercamientos involuntarios al más allá. Solo oscuridad después del destello deslumbrante. Pero si obtuve una gran sensación de paz y pena, antes de que la luz se apagara.


Inocente de cualquier delito, convencido de la fuerza de sus ideas, Jesús fue consciente de su próxima muerte y se encamino hacia su destino totalmente decidido. La dignidad, la valentía, la entereza moral, la fuerza que mostro al ir camino a la muerte está escrita y descrita. Pese a su real y débil humanidad enfrento al más grande poder de su tiempo y logro la trascendencia, y ese fue quizá su regalo más valioso. Más valioso incluso que la promesa de la resurrección o cualquier dogma de fe que nos quieran imponer. El trascendió en el tiempo y con su acto muchas de sus ideas también.


Y es que la trascendencia, es más importante para los humanos, que la resurrección. Mientras los humanos existamos, nadie olvidara a Jesús, a Buda, a Mahoma o a Confucio; y por supuesto tampoco sus ideas, que en muchos casos rigen la moral de millones de personas alrededor del mundo. Salvo, claro; que alguien por ahí pretenda borrarlos de la historia, con el cuento de que la historia solo la escriben los triunfadores. Una mala práctica de varias creencias dogmáticas. De hecho la Iglesia Católica, al igual que el Islam, tienen una larga historia de quema de libros…y de matanzas de no creyentes.


Dar, antes que recibir o pedir. Criar y educar, antes que matar. Compartir antes que guardar solo para si. Perdonar antes que pensar en la venganza. Amar al prójimo como a ti mismo. Son enseñanzas comunes que prácticamente nadie sigue. Hay incluso quien dice que perdonar es divino y vengarse muy humano. Con lo cual, se crea una clara diferencia entre los preceptos “divinos” y las leyes del hombre.


Las leyes del hombre, las hicieron primero los religiosos y ahora las hacen los políticos, que más de una vez han enarbolado preceptos religiosos. Pero; ¿Cuántos seres humanos están dispuestos a recibir una cachetada en la otra mejilla?...me parece que muy pocos.


Exponerse a la muerte sin la voluntad de responder a las balas, es también algo que nos parece a la mayoría antinatural, sin embargo la historia tiene algunos casos, como el de Desmond Doss, cristiano Adventista del Séptimo día, que se negó a portar armas en el frente y salvo la vida a más de 75 hombres bajo el constante fuego enemigo durante la brutal batalla de Okinawa, en la Segunda Guerra Mundial. La historia de Doss fue el tema principal de “La Objeción de Conciencia”, un premiado documental y también de un largometraje premiado por un Oscar, “Hacksaw Ridge (Hasta el último hombre)”.


Muchos preceptos humanos sin mayor contenido “divino” existen en diferentes culturas: “no hagas a otro lo que no quieras que te hagan” o también, “tus derechos terminan, donde comienzan los de los demás”. Y es que no necesitamos de cultos o mandamientos divinos, para ser humanos dignos, basta con tener algo de sentido común. Un sentido que algunos dicen, suele ser el menos común de los sentidos.


Einsten, es para mí, quizá el más interesante libre pensador que hemos tenido. En su visión de Dios, similar a la visión panteísta de Baruch Spinoza (Filosofo Holandés 1632 -1677) decía: “Creo en el Dios de Spinoza, quien se revela así mismo en una armonía de lo existente, no en un Dios que se interesa por el destino y las acciones de los seres humanos”.

Para mi entonces, Einsteniano de corazón, no es Dios entonces quien gobierna los destinos de humanidad, sino la humanidad misma, que pareciera crear un Dios, algo divino o un dogma, cada vez que necesita justificar cualquier designio, de cualquier poder.


Si tuviera el poder en mis manos, organizaría mi país, sobre la base de la educación de la juventud en humanidades. La educación en la historia sería para mí, una columna de mi ideario político, por que quien no aprende de la historia y no la conoce, está condenado a cometer los errores que otros humanos ya cometieron.


Otra columna del ideario, sería el adecuado usufructo de los recursos naturales para beneficio de toda la población. La idea es en esencia simple, la extracción de recursos “no renovables” de una región en particular, para que con toda la riqueza que esto genera, invirtamos en la administración sostenible de los “recursos renovables”.


Pero claro, esto no es más que simple especulación y podría seguir todo el día especulando sobre lo que haría si tuviera el poder en mis manos.


Lo realmente importante, es que los humanos que arriban al poder, no son dioses, ni mucho menos perfectos. Son gente como nosotros, con pequeñas o grandes ideas, con pequeñas o grandes ambiciones, ya sean personales o comunitarias. Pero gente al fin; algunos tienen ciertos escrúpulos y otros no. Nuestra especie ha sido capaz de actos tan sublimes como el de Doss, o tan despreciables como disparar la “primera bala” que comenzó un conflicto armado donde murieron decenas, miles o millones de personas inocentes.


Defenderse de actos despreciables, es un derecho, no cabe duda. Nuestro país lo ha hecho a lo largo de su historia, algunas veces acertadamente, otras tal vez no. Y la defensa de algunos ideales nobles, siempre tiene un costo y no siempre se puede pagar con el perdón, la mayoría optamos por la venganza…que todos reconocemos que es un mal sentimiento que nos iguala con el agresor.


Sea como sea, no podemos cambiar el pasado, pero si nuestro futuro. Y solo en nuestras manos está la posibilidad de lograrlo. Pero no es un futuro de odio y rencores el que quisiera construir para mis descendientes, ni contribuiré con algo semejante. Aspiro a un futuro de unión, de colaboración, de dialogo permanente, de intercambio de ideas e información, que nos permita crear consensos para el progreso de nuestro país. Un futuro donde seamos capaces de rescatar lo bueno de cada cosa y descartar lo negativo, sin importar si lo dijo, o lo pensó tal o cual persona o grupo; que odio, amo o desprecio. ¿Pero qué difícil es no?


Difícil, pero no imposible. Y aunque tengamos más de dos mil años de civilización intentándolo, debemos seguir esforzándonos por este ideal. Sea político, religioso, o simplemente de sentido común: Es el único ideal que garantiza nuestra supervivencia como especie, así como la trascendencia de los actos y enseñanzas de nuestros más dignos ancestros.


Antes de juzgar y lapidar a los demás, pensemos en cómo somos en realidad, que priorizamos, que nos interesa, como queremos el futuro para nuestros hijos, nietos y demás descendientes. Y observemos cuántos de estos deseos son solo egoísmo, envidia, vanidad, ambición y odio. Son sentimientos que no sumaron nunca en la historia, solo han servido para dar rienda suelta los instintos más bajos de la humanidad. Luchar contra ellos es nuestro más difícil reto.


Un nuevo año arriba amigos, un periodo más que enfrentar de cosas positivas y negativas. Quizá sea el momento propicio para que hagamos un alto y reflexionemos. Yo iré al mar, me sumergiré en sus aguas para lavarme las “malas vibras” y espero, que ese simbólico baño, me cargue de las energías positivas que se necesitan para contribuir en la difícil tarea de construir para la gran mayoría; un mundo ideal.