Anchoveta, el tesoro incomprendido del Perú

Autor: Francisco J. Miranda Avalos. Presidente de la junta directiva de Oannes.

martes 4 de junio de 2024

Anchoveta, el tesoro incomprendido del Perú

Los antiguos peruanos conocían muy bien el valor de la anchoveta (Engraulis ringens), reconocieron su abundancia y fueron muy prácticos en su utilización. Había que secarla al sol. Al secarla podían usarla de dos maneras; como abono en la agricultura y como alimento almacenable, siempre disponible para las temporadas de escasez. Y así parece que comunidades tan antiguas como Caral, lograron mejorar el rendimiento sus cultivos y paliar las hambrunas.


Ya en la colonia, la historia nos muestra, a través de las recetas de los conventos, que la anchoveta era usada como ingrediente de diversos platos que los monjes o sacerdotes consumían y compartían caritativamente con las poblaciones de bajos recursos.


Pero es recién, con los comienzos de la industria pesquera nacional que se descubre su potencial como materia prima para producir harina de pescado, que era a su vez un súper ingrediente para la producción de alimentos para animales, ya que incluir la harina de pescado en la dieta de los animales de crianza, permitía el rápido crecimiento de aves, cerdos y otros animales, en sus primeros años de vida, haciendo la crianza de animales eficiente y viable.


Desde 1965, por los experimentos del hospital El Milagro, de Chorrillos los peruanos sabemos que es posible usar la harina y aceite de anchoveta con extraordinarios resultados en la alimentación humana. El caso de la niña Isabelita, rescatada de la desnutrición, usando harina de pescado como enriquecedor de una dieta de pastas, es icónico en la historia pesquera peruana. No cabe duda que con el enorme valor nutricional de la harina y aceite de pescado, muchos de los problemas de anemia y malnutrición del país, serían superados fácilmente. Pero necesitamos un estado peruano, que comprenda y establezca correctamente su política en pesca y acuicultura, y  sobre todo, la sostenga en el tiempo. 


La producción de harina de pescado en el Perú, tuvo gran auge en la década del 70, cuando el país vivía una dictadura militar, que enfrento un tema de seguridad alimentaria con carencia de proteínas, acostumbrados a proveernos de proteína de carne, provista principalmente por ganaderos argentinos. La escasez de carne bovina de aquellos años, impulso la crianza de pollos con un alto porcentaje de harina de pescado en la fórmula de su alimentación, que resulto ser una solución, aunque con más de 15% de harina en la fórmula del alimento, le diera al pollo un evidente sabor a pescado.


Pero con el tiempo, apareció extrañamente el mito de que la anchoveta fresca era “alergénica” para el humano, por tanto, se pensó que dedicarla a la alimentación de pollos, previa reducción, era el único uso viable. La industria pollera peruana, creció alimentando este mito y muchos industriales polleros invirtieron en la industria pesquera anchovetera para controlar una materia prima fundamental para sus intereses. Pero también, a fines de la década del 70, se comenzó a usar la harina de pescado como parte de la fórmula de la alimentación de langostinos y las cosas comenzaron a cambiar.


En la década del 90, el hoy desaparecido Instituto Tecnológico Pesquero, rompió finalmente el mito “alergénico” de la anchoveta fresca y comenzó una fuerte corriente para alimentar directamente a la población, con anchoveta en conservas y otros diferentes productos del mismo insumo, desarrollados por la misma institución. Pocos saben, que en 1975, el entonces gobierno militar, había montado un proyecto de producción de conservas de anchoveta en Ilo, que quedo congelado en el tiempo por más de 30 años, porque el gobierno militar llego a su fin y comenzó un periodo democrático que descarto todo lo anterior, por bueno que fuese, simplemente porque “eran ideas de los militares”.


De haber continuado con las políticas de promoción del uso de anchoveta para productos de consumo directo, hoy este producto habría encontrado y establecido un nicho firme en el mercado. Pero se dio marcha atrás. La regulación establecida por los militares, solo permitía hacer harina y aceite de pescado, si se tenía producción de congelados y conservas, productos destinados a la alimentación humana. Cosa que cambió en los años 90, permitiendo la producción de harina y aceite de pescado de anchoveta entera, sin la obligación de fabricar conservas o congelados.


Muchas personas creen que la anchoveta no se ha insertado en la dieta de los peruanos debido a la poca aceptación de esta especie entre los consumidores; sin embargo, es un error. La anchoveta, pese a ser un alimento de alto valor nutricional, no se ha consolidado en la dieta de los peruanos, principalmente por falta de oferta y de interés nacional. El mismo estado deroga cualquier norma que promovía la promoción de producción de anchoveta para consumo humano directo, así como otras normas que favorecen su producción. Pero lo más importante es que la anchoveta no podrá jamás competir con otros productos en conserva, como el atún, el jurel, caballa o el bonito. Porque su fuerte sabor se debe fundamentalmente al ineficiente el sistema de conservación desde su captura, pero nadie habla de esto. 


Tampoco se conoce que las empresas pesqueras autorizadas para procesar anchoveta entera y convertirla en harina y aceite de pescado, están prohibidas de hacer productos de anchoveta para consumo humano directo, como conservas, congelados o cualquier otro producto, de sus propios barcos y de su propia cuota. A pesar de que durante muchos años estas empresas han reclamado el poder hacerlo y el estado no se los permite. 


Desde hace más de 10 años el promedio de  la “biomasa observada” de la anchoveta por el Instituto del Mar del Perú (IMARPE) es de 10 millones de toneladas, sus recomendaciones de captura anual son de máximo el 30% de la “biomasa observada”. Un porcentaje bien estudiado y recomendado por el IMARPE, que ha asegurado la sostenibilidad del recurso anchoveta en todos estos años y que ha permitido que hoy exista una industria pesquera anchovetera, que da trabajo directo e indirecto a más de 750,000 personas.


El 70% restante de la anchoveta queda en el mar y no es pescada, permitiendo la reproducción y renovación de una especie que tiene una vida corta promedio de 3 años, y que además alimenta a todos los demás depredadores del ecosistema marino de la corriente peruana, permitiendo el retorno y prosperidad de especies como el atún, jurel, caballa o bonito. 


Hoy sabemos que es factible producir un 1 kilo de pescado con solo 1,1-1,2 kg de alimento balanceado con un bajo porcentaje de harinas y aceites de pescado en la fórmula alimenticia de peces de crianza. Eso ha permitido el crecimiento de la acuicultura y el desarrollo de conocimientos en la genética y mejora de las especies de crianza, apoyando programas medibles de repoblamiento, y esfuerzos por mejorar la salud “emocional” de los animales de crianza. Un animal feliz crece bien y sabe bien.


Para el Perú, la anchoveta abre nuevas oportunidades. Ya que el desarrollo de la acuicultura nacional de especies nativas carnívoras (lenguados, chitas y corvinas), depende fundamentalmente de la sostenibilidad de la anchoveta. Hoy en día la industria acuícola chilena consume toda la harina y aceite de pescado que produce, e incluso importa lo que le falta de Perú y otros productores. 


La industria pesquera y acuícola nacional, están vinculadas íntimamente, una depende de la otra y ambas tienen como prioridad e interés primordial asegurar la sostenibilidad de la anchoveta, ya que sin ello no habrá futuro.


En el próximo futuro, los acuicultores del mundo deberán preocuparse por cómo sustituirán la harina y aceite de anchoveta de sus fórmulas de alimentos. Algo que ya sucede con mucha investigación, innovación y desarrollo. La harina de los insectos y algunas lombrices serán los sustitutos del futuro. Y cuando nuestros ingredientes marinos sean muy caros para alimentar animales y haya suficientes sustitutos para mantener la sostenibilidad de la crianza acuícola mundial. Es muy probable, que recién entonces, miremos seriamente el uso de harina y aceite de pescado en la alimentación humana.