RECURSOS MARINOS

Autor: Marcos Kisner Bueno

lunes 31 de octubre de 2005

Los ecosistemas marinos, en particular la pesca, han sido y son una importante fuente de proteínas para consumo directo por los seres humanos y para la alimentación animal; por otra parte, sustentan una importante actividad económica que genera empleo e ingresos, en particular en los países en desarrollo, donde se estima que no menos de 100 millones de personas viven de las actividades de la pesca o relacionadas con ella.

La pesca aporta 16% del consumo mundial de proteína animal, y 19% del mismo consumo en los países en desarrollo. En Asia provee 30% de dicho consumo y en África la contribución es de 21%. En América Latina, pese a la enorme extensión de sus costas y la abundancia de lagos y ríos, el aporte es de sólo 8%. Japón es el país con el más elevado consumo per capita de pescado: 72 Kg.; y los valores más bajos son los de África del Norte y América Latina con 8 Kg. y 8.5 Kg. respectivamente. El consumo promedio per capita de pescado de los países en desarrollo era, en 1991, de 13.3 Kg. de 11 Kg. en 1971 y 11.8 Kg. en 1981; en los países desarrollados es de 26.4 Kg., y de 22.3 Kg. en 1971.

De la producción pesquera, 30% es transformada en harina para consumo animal, para aumentar así la oferta de proteína animal no piscícola, aun cuando un porcentaje en aumento se destina a las piscifactorías. La producción mundial de harina de pescado ha aumentado de 19.5 millones de toneladas en 1981, a 27.8 millones en 1991. Un sector que ha aumentado mucho es la producción de pescado congelado.

Sin embargo, el futuro del sector pesquero se ve condicionado por características intrínsecas de los recursos marinos y la conducta económica que ellas inducen o que deriva de la racionalidad (o quizás su ausencia) del sistema económico respecto de los recursos del mar.

Los recursos biológicos del mar, de lagos y ríos son seres vivos con su propia y muy particular «función de producción». Los peces no pueden producirse de la misma manera que automóviles, zapatos, hogazas de pan y ni siquiera con base en los mismos o similares principios que orientan la producción agrícola. La sociedad puede ejercer cierta influencia, pero no puede controlar el crecimiento y la reproducción de los recursos biológicos marinos. El hábitat de éstos está constituido por amplias áreas que no pueden ser cultivadas como se cultiva la tierra agrícola.

Para comprender la actividad económica relacionada con los ecosistemas marinos es preciso conocer las características biológicas de los recursos vivos del mar?peces, cefalópodos, mariscos, mamíferos marinos--, así como de su interacción con sus respectivos hábitats. Incorporar estas peculiaridades en el análisis económico es difícil; no sólo las incógnitas son aún muchas, tanto en lo concerniente a los aspectos biológicos y su dinámica como en relación a las respuestas del ecosistema marino y las interacciones con la acción antrópica, sino que también por las carencias de los instrumentos existentes. Cómo superar estas deficiencias es actualmente un tema que atrae la atención de políticos, expertos pesqueros y economistas, ya que para la mayoría de las especies los niveles de capturas están cada vez más limitados por condiciones naturales. En otras palabras, potencial para aumentar la captura actual es más bien limitado.

Un aspecto económico importante que se deriva es que los recursos del mar tienen las características de un bien público o de un bien libre. Son recursos a los cuales el acceso es libre, y sobre los que no se pueden establecer derechos de propiedad. En ausencia de regulaciones, cualquier individuo puede pescar la cantidad de peces que le permita su habilidad, la tecnología y recursos económicos de que dispone y los costos que esté dispuesto a asumir. Las características de libre acceso y bien público, y la ausencia de derechos de propiedad, originan fallas del mecanismo del mercado, dan origen a externalidades y a una variedad de problemas económicos, ambientales y políticos tales como: sobrepesca, extinción de especies, deterioro del ecosistema marino, asignación ineficiente de los recursos, retornos decrecientes en la industria pesquera, conflictos internacionales, etcétera.

Lo anterior tiene consecuencias económicas importantes. En primer lugar implica que, más allá de ciertos límites, cualquier inversión adicional en esfuerzo pesquero no genera captura adicional y puede aun traducirse en la disminución de capturas con la consiguiente ineficiencia y la pérdida de recursos. Sin embargo, la generalizada ineficiencia y la caída de rendimientos en la gestión de los recursos del mar, tiende a incentivar mayores esfuerzos pesqueros, lo que está en el origen de la sobrecapitalización que caracteriza la industria pesquera mundial. Otra consecuencia es el aumento del precio real de los productos del mar, ya que frente a una demanda creciente la oferta es claramente limitada y, en algunos casos, declinante. Una tercera consecuencia es el afán por tener acceso a bancos pesqueros y explotarlos con la mayor rapidez, anticipando cualquier entrada de competidores potenciales. En el sector pesquero la competitividad está determinada por la rapidez de acceso a, y la eficiencia en la captura de bienes libres, no por la capacidad de producir dichos bienes en forma más eficiente. El acceso a los recursos ictiológicos en aguas internacionales y aun a aquéllos dentro de las 200 millas marinas, motivan frecuentes conflictos entre comunidades locales y flotas nacionales y extranjeras, así como entre países. Finalmente, la oferta limitada y los precios en alza estimulan las iniciativas para cultivar especies que se prestan a ello.

Comentario:

El primer análisis obligado en relación al sistema de cuotas individuales de pesca, a la luz de lo expuesto en la nota que antecede, debiera fundarse sobre el derecho moral de un Estado a imponer un sistema de cuotas individuales.

Los recursos pesqueros son un patrimonio de la Nación, no son infinitos, e interactúan entre sí en forma de un ecosistema.

La inexistencia de un sistema de cuotas genera la conocida carrera olímpica. Luego se basa la competitividad en que es más eficiente quien captura más recursos en el menor tiempo posible. Por otro lado, tasa anual de captura, no necesariamente es la correcta desde el punto de vista ecosistémico.

Al introducir un sistema de cuotas individuales, lo que en la práctica ocurre es que se divide el stock determinado como disponible, entre las embarcaciones existentes, las cuales pueden realizar sus capturas con un mejor orden y mejor planificación, desapareciendo la conocida carrera olímpica. Esto es correcto para introducir cierto orden en un desorden obvio. Pero no tiene efecto sobre el ecosistema, el cual requiere de otros elementos que tienen relación más bien sobre la tasa anual de captura que es la que se dividirá en cuotas individuales. Y que no podría desligarse de ninguna medida de reordenamiento de la extracción pesquera. A menos que la tasa anual de captura provenga de cálculos correctos en función ecosistémica, el impacto sobre el ecosistema seguirá siendo el mismo existente antes de la implantación del sistema de cuotas.

Las cuotas crean una suerte de derecho de propiedad de algunos, sobre un patrimonio que es de toda una Nación, impidiéndose el acceso de nuevos actores al escenario pesquero. ¿Es suficiente la presencia como actor de la pesquería en determinado momento de la historia, para limitar el acceso a nuevos actores?

¿Es lícito desde el punto de vista moral y ético privilegiar a los actuales actores de la pesca en detrimento de potenciales nuevos actores.

Si la cuota es transferible?.lo que significa que puede venderse el derecho de propiedad a nuevos actores?¿no se privilegia para algunos el lucro por una actividad que no se realiza y que además colateralmente perjudica a los tripulantes de las embarcaciones cuya cuota se transfiere y que se ven privadas de desarrollar la actividad económica de la cual viven?

La transferibilidad de las cuotas tiene muchas aristas.

http://www.eurosur.org/medio_ambiente/