Abriendo la columna

Autor: Marcos Kisner Bueno

lunes 7 de febrero de 2005

Hace mucho tiempo los romanos acuñaron la frase Mare Nostrum. Con ella se refirieron al Mar Mediterráneo, como suyo. Era suyo en función a su poderío naval y militar en una época en la cual Roma dominaba el mundo. Bien podían ufanarse en decir que el Mediterráneo era suyo. Todo el mar, sus rutas de navegación y sus riquezas marinas, así como sus puertos y posibilidades para el comercio eran suyos. Nadie podía transitar por el, o comerciar por medio de el sin la venia y aprobación de Roma.

El mar del Perú, así como los mares de muchos otros países, hoy en día, no pueden acuñar una frase parecida. Podríamos hablar de un Mar Abierto. Pero abierto en el sentido de que la aldea global en la cual se ha convertido el planeta, hace que los mares con todo su contenido pertenezcan de alguna forma a toda la humanidad.

Bueno y malo el concepto según quiera vérsele.

De algún modo, el planeta Tierra debiera ser un ente unificado en el concierto del universo, antes que un globo dividido por ideologías, razas, creencias y economías. Un planeta hermoso, un planeta azul, pero que se desangra en un mar de sangre y en una frenética carrera autodestructiva en la cual las necesidades, muchas veces artificiales, de una sociedad de consumo, impulsan al medio ambiente hacia su degradación total.

Por otro lado, la apertura de los mares nos conduce a ser países exportadores de materias primas que cobramos por tales, mientras alimentamos economías mas desarrolladas donde nuestros productos obtienen, luego de sucesivas transformaciones, mayor valor agregado que benefician a los pobladores de naciones mas privilegiadas que la nuestra.
Lo cual nos condena a la condición de simples proveedores de productos primarios. Por culpa nuestra y de nuestra incultura democrática que nos conduce a elecciones desafortunadas que lejos de empujarnos a un desarrollo sostenido, nos hunden mas en los pantanos de la corrupción, la ineficiencia y la miseria.

Bueno o malo, somos un mar abierto. Pero un mar abierto de posibilidades también.

Poseemos una de las zonas marinas mas ricas del mundo, somos de los pocos caladeros explotables aun, que pueden bien constituirse en reserva alimentaria de la humanidad para un futuro no muy lejano.

Somos, en consecuencia, responsables de nuestro propio destino y de nuestro propio futuro. Tenemos una variedad de peces y recursos marinos que pueden y deben ser correctamente explotados en el marco de una política de Estado de largo plazo que asegure la sostenibilidad de nuestros recursos. Que asegure la adecuada promoción e incentivo para la inversión en tecnología que genere mayor valor agregado y una reducción del esfuerzo pesquero. Una reducción que asegure la estabilidad del ecosistema que garantice la provisión de recursos alimenticios marinos para largo plazo.

Concepto simple de difícil ejecución, no porque constituya una ecuación irresoluble, sino porque requiere de una clase política honesta, con vocación de servicio, y de un pueblo educado que aprenda a velar por sus intereses y por los de sus futuras generaciones.

El mundo entero tiene sus ojos puestos en nuestros recursos. Nos corresponde a todos los habitantes de este país velar por el diseño de una política de estado pesquera simple, lógica, técnica y nacionalista que nos asegure una pesquería sustentable con generación de riqueza y empleo para el país. Nos corresponde incentivar la inversión privada, nacional o extranjera, dentro de un marco jurídico estable y creíble que garantice flujo de capitales con retorno de utilidades, pero con justicia social también y con respeto por los intereses nacionales y por la sostenibilidad del ecosistema marino de esta parte del Pacifico.