El santo instinto del pescador

Autor: Francisco J. Miranda Avalos

sábado 21 de julio de 2007

Uno de los más curiosos y gratos recuerdos que guardo de mis amigos pescadores. He querido contárselos, puesto que los amigos de la FIUPAP me han honrado pidiéndome un artículo para su revista, y dado que estamos en el mes de San Pedro, preferí escribir algo mucho más sabroso que simplemente un artículo tecnico. Después de todo, mis amigos pescadores tienen una sabiduría ancestral que debe ser bien cuidada.

Como algunos saben, además de mis actividades profesionales ligadas a la pesca, práctico deportivamente desde hace muchos años la pesca submarina a pulmón en el Perú, esto sucedió en Sechura, allá por el año 1982: Salimos de Chuvillachi, un caserío playero hoy desaparecido y muy cercano a la desembocadura del rió Piura, hacia un lugar llamado por los lugareños como “La revecera”, en busca de buena pesca, buscábamos animales grandes, meros muriques y nuestro guía, un viejo pescador artesanal de la zona, insistía en que en ese lugar los encontraríamos de todas maneras. Luego de varios días de frustraciones, la esperanza era lo último que habíamos perdido.

La partida fue muy temprano por la madrugada, y después de mas de 2 horas de navegación, la costa ya no era visible para nosotros al despuntar el alba, eso nos preocupo muchísimo, por que siempre los pescadores submarinos buscamos fondos rocosos de no mas de 15 Mts de profundidad, y solemos además asociar los grandes acantilados con las zonas de buena pesca. Mas nuestro veterano guía y patrón de la lancha, solo nos pedía tranquilidad.

Alrededor de las 7 am, el patrón detuvo la embarcación literalmente en medio del mar y anuncio la llegada a la zona de pesca. Cuan grande seria nuestra sorpresa al encontrarnos literalmente en medio de mar, que fue inevitable iniciar una discusión sobre la cordura de nuestro guía, mas el, se mantuvo tranquilo, boto su balsilla al agua y comenzó a remar lentamente lejos de la lancha a pesar de nuestros airados reclamos. Después de una media hora, a cierta distancia, daba gritos indicando a su asistente que acercara la lancha al punto donde el se hallaba flotando parado sobre la balsilla y luego con total descaro, nos dijo que ese era el lugar de los meros y que debíamos bucear ahí…en medio del mar.

Creo que para un buceador acostumbrado a ver la costa, nada puede ser más sobrecogedor que no ver tierra. Pero hicimos tripas corazón y nos metimos al agua, lo que paso después, no pudo ser más increíble. El agua clara nos permitía ver rocas redondas, montadas unas sobre otras con profundidades que variaban desde los 5 metros hasta aproximadamente 16 metros de profundidad, algunas formaciones rocosas formaban callejones primorosos con la arena del fondo…un típico hábitat de meros murique. Fue un día memorable, hicimos una extraordinaria pesca de meros en uno de los lugares más fantásticos de la costa peruana.

Pero como llegamos ahí? Sin brújula y sin GPS? La respuesta es simple y complicada a la vez: llegamos ahí gracias “al santo instinto del pescador”. Nuestro viejo guía había aprendido esas artes de navegación de su padre y este a su ves del abuelo y así sucesivamente. De generación en generación esta sabiduría náutica se ha ido transmitiendo entre diversos pescadores artesanales y muchas veces es la razón de su éxito.

Pero hay poco de magia y mucho de experticia náutica en todo ello, y cuando comprendemos realmente las razones, descubrimos una sabiduría empírica digna de todo nuestro respeto.

Hace milenios el río Piura tenia un gran caudal, junto con el agua y barro de sus avenidas estaciónales, sin duda el río trajo consigo cientos de rocas de las montañas, rocas aluvionales que arrastro hasta muy adentro del mar, formando esos sorprendentes fondos que están además un poco mas allá de las 5 millas náuticas, que hoy en día debemos preservar para la reproducción de las especies y como reserva para la pesca artesanal.

Nuestro guía como marino experto, condujo su lancha hasta situarla frente a la Bocana San Pedro, donde desemboca el río Piura, y luego con una elemental triangulación, definió su rumbo, conociendo la tradicional dirección de la corriente y calculando con cautela los tiempos de navegación, hasta llegar al punto o zona de pesca, luego para encontrar el lugar preciso, tomo la balsilla y colocando el oído sobre el enorme remo típico de esas embarcaciones piuranas, rastreo el fondo hasta escuchar el sonido crepitante de la roca montada sobre la roca. En pocas palabras uso un sonar artesanal, oyó el mar.

Con la experiencia de los años, un pescador artesanal adquiere la habilidad de diferenciar los sonidos del fondo del mar, aprende que la arena no crepita, y que las rocas con formaciones cavernosas crepitan muchísimo mas que los fondos de canto rodado, descubre que las formaciones de hongos suenan distinto a los roqueríos y fabrica en su mente un mapa que lo asocia a las diferentes especie que captura, identificando claramente los correspondientes nichos ecológicos y el habitad de cada especie de pez con el sonido que escucha. Lo que hace es un excelente e ingenioso manejo de la información que le brinda el mar.

Cuando el agua esta clara, los pescadores submarinos podemos escuchar e identificar los fondos al mismo tiempo y resulta para nosotros de alguna manera un tanto mas sencillo, asociar la topografía de los fondos marinos a determinadas especies de peces que habitan en el. Pero el equipamiento que popularizo el buceo en el mundo, no tiene mas de 50 años. Los pescadores artesanales han llegado a esos sitios de pesca desde tiempos ancestrales.

Hoy enseñamos a nuestros marinos a navegar con compás, con GPS, usamos ecosondas de alta tecnología y cartas náuticas muy precisas. Los motores han reemplazado los velámenes como medio de propulsión y los hijos de nuestros pescadores están perdiendo las habilidades que los viejos legaron.

Hoy la tecnología confunde al pescador, los nuevos instrumentos y artes de pesca convierten a muchas actividades de pesca que antes eran racionales y equilibradas, en actividades altamente depredatorias y si a ello le agregamos la angurria, llegamos a las diferentes prácticas ilegales de pesca, dentro de las cuales la pesca con dinamita se lleva el premio mayor.

No es lo mismo pescar con la mano que con una caña, no es lo mismo levantar la red con las manos que con un macaco, no es lo mismo pescar con arpón a pulmón, que pescar con arpón y con el apoyo de una compresora de aire.

Estos conceptos de racionalidad pesquera parecieran haber sido olvidados, sobre todo por algunos malos pescadores artesanales, a quienes no les importa aquello y anteponen la angurria al cuidado del habitad que les da sustento. Un punto sumamente importante, por que hoy en día muchas especies ya no pueden ser capturadas por el pescador artesanal, debido a los malos usos de la tecnología, sin duda Alfred Nobel, jamás pensó en la pesca cuando invento la dinamita. Y Jacques Cousteau siempre se opuso al uso del regulador de aire comprimido que el mismo invento, en la pesca submarina.

Pero este no es el único problema del pescador artesanal, sus antiguos sistemas de comercialización son obsoletos y antes que generar riqueza para el mismo, producen riquezas a muchos intermediarios que trabajan en las playas desde hace muchos años, estableciendo lazos logísticos, comerciales y amicales con los diversos armadores y pescadores artesanales.

Estos intermediarios financian muchas veces las operaciones de pesca de estos armadores o pescadores, logrando con ello el compromiso de entrega de la pesca resultante de las faenas. Haciéndose cargo ellos mismos del lavado y acondicionamiento de la pesca, así como del abastecimiento del hielo y la logística del transporte al destino final, que normalmente es alguno de los mercados mayoristas de las principales capitales del país.

Este esquema tradicional de comercialización, establece muchos beneficios para el intermediario, pero perjudica básicamente al pescador artesanal en el largo plazo, por que dados los compromisos adquiridos, muchas veces los intermediarios compran el producto a muy bajo precio, logrando jugosas rentabilidades en la reventa que nunca se trasladan al pescador artesanal, que es quien asume el riesgo y el sacrificio que representa el trabajo en el mar, trabajo que es considerado además por la OIT como uno de los mas peligrosos para vida humana.

Hoy en día, el producto fresco capturado por los pescadores artesanales, ya sea para mercado local o exterior, requiere que la pesca reciba un tratamiento especial, donde la línea de refrigeración debe mantenerse en el orden de los 2 grados centígrados, desde la captura hasta su distribución. Esto sin embargo no es posible para la mayoría de los pescadores peruanos, por la carencia de servicios y de abastecimiento de buena calidad de agua y hielo, hace que los productos obtenidos no tengan las mejores condiciones de frescura. Además para lograr productos frescos de exportación es fundamental contar con planes HACCP, ya que esto es un requerimiento internacional, cosa que no es posible implementar aun en los terminales pesqueros artesanales.

Un moderno sistema de bolsa de pescado comienza la recepción de la embarcación, atención al pescador que arriba de la faena de pesca, descarga de su embarcación, lavado y clasificación de los lotes, por especie y talla, en un ambiente de temperatura controlada. Luego estos lotes son identificados para pasar a la zona de subasta, también en temperatura controlada, donde los compradores que son previamente registrados, pujan por los precios de los diversos lotes que se subastan. Luego de la subasta y el pago correspondiente, el personal de la bolsa carga la mercancía en las unidades del comprador para su retiro.

Toda esta operación implica un porcentaje de manejo de bolsa que es parte de los diversos servicios que brinda el Terminal donde se ubica la bolsa. Esta forma de trabajar, democratiza la comercialización permitiendo el ingreso al mercado de diversos compradores y asegura un justiprecio para los productos pesqueros y un tratamiento de producto fresco optimo.

Ahora que se acerca el día del Pescador o el día de San Pedrito, como cariñosamente lo llamamos, apelemos pues al “Santo instinto del pescador”, ya que estos conceptos deberían ser motivos de una seria reflexión, por que así como el pescador artesanal con su ancestral sabiduría ha permitido que disfrutemos de un delicioso ceviche de pescado en la mesa de nuestras casas o en cualquier restaurante de pescados y mariscos, hoy su profesión afronta serios dilemas, que solo el puede resolver, asumiendo posturas de pesca responsable desde su propio gremio, repudiando al mal pescador que solo ve el pez del día sin importarle el hambre del mañana.