El futuro oceanico que el Perú necesita

Autor: Francisco J. Miranda Avalos

martes 7 de enero de 2003

El domingo pasado vi por la televisión un documental de una hora de duración en People&Arts (Canal 48 en nuestro Cable de Lima) dedicado a la primera mujer que ha navegado alrededor del mundo en solitario durante la regata “The Vendee Globe” durante 100 días partiendo el 5 de noviembre del 2000. (http://www.kingfisherchallenges.com/).

Me refiero a Ellen Mac Arthur una navegante inglesa de 26 años que navega sola desde que tuvo 18 años, y a su edad es ya una marinera experta ganando a esa edad el trofeo ‘BT/YJA Young Sailor of the Year’ al dar la vuelta en solitario a la isla de Inglaterra. Ellen logro dar circunnavegar el mundo con su yate velero 'Kingfisher', en una ruta singular, ya que durante la regata deben salir de Inglaterra, recorrer todo el Atlántico hacia el sur, navegar alrededor de la Antártica y regresar con rumbo norte por todo el Océano Atlántico hasta Inglaterra.

Durante la navegación, no solo debió enfrentar el reto de navegar sola 100 días, sino que también debió ser capaz de solucionar los problemas inherentes a su embarcación, desde desatorar una vela en el mástil a 21 metros de altura en plena tormenta, hasta por supuesto, ser capaz de navegar mas rápido que nadie, por que simplemente estaba participando en una competencia junto con otros botes similares tripulados por marinos también muy experimentados.

Claro que a estas alturas de las competencias de regatas alrededor del mundo, un velero como el 'Kingfisher' es un verdadero portento de tecnología, no solo por su diseño, materiales compuestos y electrónica, que le permite llevar una navegación casi perfecta apoyada por los satélites, sino también por los avanzadísimos sistemas de comunicación que le permiten comunicarse con su familia y equipo de apoyo.

Sin embargo, el peligro de muerte es absolutamente real. Cuando una tormenta azota el bote, este por mas altamente tecnológico que sea, se enfrentara a fuerzas increíbles de la naturaleza, donde la ruptura de un cabo, es lo mínimo que puede pasar y de hecho paso.

El documental me fascino no solo por que estaba referido al mar y a una regata espectacular, sino por que la protagonista era una competidora, tan mujer como cualquiera que haya conocido, sin embargo dotada de un tesón y sentido de la vida, que solo se adquiere con la experiencia en el mar, ya que de alguna forma este tipo de vivencias es algo que te pone siempre tan cercano a la maravilla de la naturaleza, sus colores, su fuerza y su permanente y muy real peligro.

Ellen Mac Arthur enfrento los largos días de navegación en solitario con una energía única, sin embargo durante la filmación se le ve cambiar de animo de manera radical, de la alegría irreprimible a la depresión mas profunda, pero incluso cuando sollozaba desconsolada, nunca perdió el coraje y esa rabia que nos da energías y nos mantiene vivos en nuestra lucha permanente por la vida.

Estuvo a punto de ganar la competencia, incluso alcanzo el primer puesto a solo unas horas de llegar a Inglaterra, pero una tormenta, rompió uno de los cables de acero que sujetan el mástil y se vio obligada a reducir la velocidad, para no perder todo su aparejo de velas y llegar, aunque sea segunda, como finalmente llego.

Pero no había perdido, llegar segunda en una competencia de esa naturaleza, habría sido un extraordinario logro hasta para un marinero experimentado. El llegar a ese punto significaba, no solo dominar el arte de la navegación, sino también haber sorteado en los mares australes los innumerables iceberg, que no dejan dormir mucho tiempo si es que uno pretende evitarlos.

El mar simplemente brinda experiencias únicas en la vida, que son tan personales, que nadie puede transmitirlas mas que en un simple esbozo, inclusive habiendo filmado toda la travesía y habiendo visto lo duro de su reto, sus angustias y triunfos, Ellen no pudo compartir con nosotros, a pesar de desearlo profundamente, la belleza de las auroras boreales, ni de los inmensos mares azules llenos de témpanos que eran un peligro para su barco, ni por supuesto pudo compartir el coraje de querer ganar y llegar segundo. Eso para mí es vivir, sentir que verdaderamente disfrutas del momento y no poderlo compartir por que es algo muy personal, ajeno sin embargo de todo egoísmo.

El velerismo es una pasión muchas veces indescriptibles, que en el Perú esta subdesarrollada, sé que muchos miembros de la lista, sueñan con un futuro náutico diferente, la prueba esta en una de las ponencias del seminario: "Perú a Vela". Por eso no podía dejar de comentarles el excelente documental del domingo pasado. Tal vez si algún congresista lo vio, podrá entender por que los verdaderos marinos se forjan a pura vela, y por que nuestros marinos deben forjarse así.

Recordemos con tristeza que somos el único país en Sudamérica cuya marina, no tiene un gran velero de instrucción, a pesar de leyes aprobadas. Después de eso, un doloroso silencio.

El mensaje que una mujer corajuda como Ellen Mac Arthur nos transmite, es claro y contundente. Ella no es mas que el producto de toda una nación orientada a la cultura oceánica. Una cultura que forja marinos y mira al mar como lo que es, una fuente bendita de recursos y maravillas. Claro que también produjo los más grandes piratas de la historia, pero quien negara que también fueron excelsos marinos.

La comprensión de las potencialidades del mar, es algo fundamental que no solo debe ser privilegio de los amantes o conocedores del mar, debe ser de conocimiento publico, por que muchas veces llegan al poder personas que ignoran los temas relacionados con el mar, pero que sin embargo deben tomar decisiones sobre asuntos vinculados a su explotación, conservación o administración.

Para ser propietarios del mar, debemos dominarlo, y para dominarlo debemos tener una cultura marina que forje gente decidida a participar en su exploración, conservación, explotación y administración. Entonces tendremos cuadros de investigadores, acuicultores, pescadores con conciencia de responsabilidad ecológica, navegantes y mejores administradores portuarios.

Pero como ya he dicho antes, si aspectos tan importantes como la navegación a vela, son relegados o simplemente considerados como actividades solo de ‘Ricos’, jamás lograremos que nuestros jóvenes tengan las vibrantes vivencias que Ellen Mac Arthur como cualquier hombre de mar han tenido y que nunca podrán transmitirse mas que en un simple esbozo por que son absolutamente personales, pero muy profundas y tan místicas, como para cautivar a nuestros jóvenes por el mar.