Fuente: Expreso, Lima

Perú - No debería escribir esta columna

lunes 28 de febrero de 2022

Perú - No debería escribir esta columna

Alfonso Miranda Eyzaguirre
26 Feb 2022
Diario Expreso

Amigos lectores, debo confesar que me cuesta elaborar el artículo que publico hoy. Éste será sobre la formalización de las embarcaciones pesqueras artesanales, asunto que ya abordé numerosas veces y que se sigue dilatando por insensibilidad burocrática. El sector debería, a estas alturas, haber concluido esta fase que se inició hace más de un lustro, pero que hasta el momento es un fracaso.

Escribo nuevamente sobre esto, obligado por la necesidad. Antes quiero recalcar que, como país, no merecemos seguir estancados en este tema. Correspondería discutir sobre la modernización del sector, la transición hacia el comanejo pesquero, la definición más acotada del acceso a los recursos hidrobiológicos que cautele los derechos de las comunidades artesanales, la transición hacia un ordenamiento más preocupado del bienestar del pescador o de la creación de mecanismos de participación y para resolución de conflictos. Sin embargo, toca pausar una vez más la agenda de cuestiones importantes para centrarnos en la urgencia y dejar de reflexionar sobre lo que requerimos para ser mejores, porque debemos hablar de lo imprescindible para mantenernos con vida.

Actualmente hay dos regímenes de formalización de la flota artesanal: Cooperativas y SIFORPA II. Estos vencen en abril del presente año y buscan, de manera simplificada, que un grupo de naves regularicen su situación legal a partir de la obtención de un nuevo certificado de matrícula y un permiso de pesca. El régimen cooperativo se creó en 2016 e involucra a 920 embarcaciones. Ha logrado que solo alrededor del 20% tengan una matrícula ante DICAPI, aunque ninguna cuenta todavía con permiso de pesca. Por su parte, SIFORPA II se creó en 2018 e involucra a 2500 naves. Casi el 85% obtuvieron una matrícula y menos del 20% recibieron un permiso de pesca. En síntesis, faltando menos de dos meses para que concluyan legalmente los plazos de formalización, solo el 12%, de las 3420 embarcaciones involucradas, finalizaron su proceso plenamente.

La informalidad interfiere en la libre comercialización de los productos del mar y sitúa al pescador artesanal en el rincón del infractor y, en consecuencia, les arrebata el reconocimiento que le debemos los peruanos por ser responsables de la alimentación de calidad de millones de compatriotas. En consecuencia, esta condición irregular debería ser un mal que quisiéramos erradicar lo más pronto posible, en vez de seguir siendo amables hospederos de aquella calamidad que nos corroe por dentro, impidiéndonos generar políticas focalizadas de gestión o proceder de manera oportuna en tiempos de crisis. Hoy en día, complica la situación para que los pescadores afectados por el catastrófico derrame de La Refinería La Pampilla (REPSOL) tengan una sólida posición legal para defenderse; en 2020 obstaculizó la entrega de apoyos en el momento más crítico del COVID-19; en 2017 dificultó apoyar a los hombres de mar afectados por el Niño Costero, etc. Los invisibilizó ante los ojos de un Estado apático e impasible ayer y hoy.

Es tiempo ya de quemar una etapa tan prolongada y para ello necesitamos liderazgos claros, así como trabajar con sentido de la urgencia y de la transparencia. Quedan menos de dos meses para el vencimiento de los plazos de estos procesos. Es hora de actuar. Como dijo el Premio Nobel de la Paz, Óscar Arias Sánchez, “No hay desarrollo ahí donde las políticas son improvisadas, donde reina la ocurrencia, o donde el miedo y la desidia llevan a repetir incansablemente las estrategias del pasado”.